La Habana Vieja

Hay muchas maneras de conocer las grandes ciudades, pero tal vez todos estemos de acuerdo en que la mejor manera es conociendo a su gente. La primera mañana en La Habana, Claribel, mi anfitriona en El Vedado, me esperaba con el desayuno preparado: una taza de café con leche, tortillas de huevo, mermelada y panes a discreción. Tuvimos una conversación sobre su país y el mío, esas cosas que nos emparentan y nos distinguen, lo que pensábamos de nuestros respectivos gobiernos y cómo ella y su familia solventaban su día a día con dignidad. Ambos teníamos preguntas que preparadas de antemano, solo las respuestas dejaban paso a la conversación, sobre la vida, el trabajo, la familia y la formulación de nuevas interrogantes.

Era una mañana soleada y cálida. Salí caminando hacia el paradero de la Av. Línea, dónde debía tomar mi primer taxi colectivo hacia La Habana. Podías ver estudiantes dirigiéndose a la escuela y amas de casa yendo a hacer las compras del día. Luego de cambiar algunos CUC en moneda nacional me subí a un auto de los años ‘50 amplio y lleno de gente con dirección al centro de la ciudad.

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Autos viejos para los turistas

El viaje dura alrededor de 15 minutos y el colectivo te deja en la plaza José Martí, justo frente al teatro Alicia Alonso y a un costado de la réplica del Capitolio que en ese momento se encontraba en refacción. Es un sector que conserva un poco del boato de los años ’30 y ’40, antes de la revolución. Tal vez sea la zona mejor mantenida de La Habana y se asemeja al centro histórico de cualquier ciudad de Latinoamérica, con una mezcla de estilos arquitectónicos y la afluencia de turistas, especialmente americanos y europeos. Las calles son mayormente estrechas y limpias, en muchos sectores están realizando reparaciones, lo que puede dificultar un poco el recorrido. A simple vista te sorprendes por la cantidad de turistas que llegan en buses a hacer el tour de costumbre, o mochileros que caminan buscando una casa particular donde puedan alquilar una habitación y las bellas chicas que pasean en carrozas tiradas por jóvenes, quién sabe a dónde, sonrientes y despreocupadas. La ciudad bulle de gente que pasea desde el centro al puerto, o se detiene a hacer una fila frente a las CADECA y entra a las librerías y los museos que abundan en La Habana.

Hablando de museos, es recomendable visitar el Museo de Bellas Artes, que es en sí mismo de una belleza arquitectónica admirable. También el Museo de la Revolución que ocupa lo que fue el palacio presidencial, con sus más de 30 salas con la historia de los sucesos previos y posteriores a la llegada de Castro al poder, allí puedes visitar el Memorial Granma, con el yate donde se transportaron los 82 guerrilleros al mando del Che Guevara y Fidel.

La comida es todo un tema en la ciudad, puedes encontrar desde los grandes restaurantes de los hoteles de lujo, a establecimientos que atienden en las terrazas de las casas particulares y que se conocen como Paladares, estos espacios al igual que las casas de alquiler, son relativamente nuevos, autorizados por el gobierno para ofrecer servicios de alimentación a los turistas y donde puedes encontrar los más variados platos de la comida tradicional cubana y también otros de la gastronomía internacional. Lo interesante es descubrir cómo estas actividades dan pie al surgimiento de otras que dan de comer a los cubanos. Es el caso de Jesael, que recomienda a los extranjeros distintos paladares en la ciudad, dependiendo de los precios y el bolsillo de cada cliente potencial. Él me guió al paladar La Familia, donde pude comer mi primera versión de la famosa Ropa Vieja, el plato tradicional cubano. Jesael recibe una comisión en alimentos por cada cliente que lleva al restaurante, los que usualmente pueden ser diez comensales al día y su comisión consiste en piezas de pollo para cocinar, frejoles o leche. No hay tantos paladares como casas particulares, pero si tienen la oportunidad de comer en uno, no la desaprovechen, los precios son asequibles si tu presupuesto no es muy holgado.

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El paladar La Familia en el centro de La Habana

Si hay un sonido que abunda en la ciudad es el de la música latina, puedes escuchar desde un son cubano hasta la salsa y el reggeton, las orquestas van rotando por los distintos locales haciendo bailar a los viajeros, el color de los mojitos y otros cocteles adornan las mesas, mientras el humo de los habanos llena el espacio hasta los techos altos de las casas antiguas. El Floridita, junto al otro icono de la ciudad llamado La Bodeguita del Medio, son los bares más conocidos y visitados por los turistas. Mientras el Floridita tiene la decoración de un bar de los años ’50, muy semejante a la imagen que las películas de época te muestran, con la estatua de Hemingway sonriente que te observa desde un rincón, como invitándote a beberte un daiquirí con él; en La Bodeguita el ambiente es algo más bohemio, luego de unos mojitos puedes unirte a la banda que toca las canciones más conocidas de la música cubana, rodeado por las fotos de los famosos que lo visitaron o coreando a todo pulmón un corrido mexicano junto a los chilangos que beben tequila y cerveza.

Un lugar también muy concurrido por miles de turistas, es la Fábrica de Arte Cubano, ubicado fuera del casco antiguo, es una fábrica de bicicletas rescatada del abandono y puesta en valor como discoteca, con exposiciones de arte y zonas de baile con música del mundo. Pero eso sí, trata de llegar temprano, porque la idea de hacer una cola interminable para entrar te puede quitar las ganas de visitar este lugar.

Continuará

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